jueves, 5 de junio de 2008

Mi hijo se fue de casa

El hombre de mi vida me ha dejado.

Después de treinta años de desvelos, de darlo todo por él, de esperarlo despierta cuando salía con los amigotes, se ha ido de casa. Y no es que se haya ido con otra, que eso lo entendería. ¡No! encima tiene la poca vergüenza de decirme:

- Mamá, es que necesito espacio. Ya soy mayor.

- Mayor! Pero ¡¡¿dónde va esa criatura con 30 añitos?!!

Ahora, que yo se lo he dicho, eh?
- Parece mentira, dejarme tan pronto, hay que ser mal hijo...

Y me dice:
- Pues Jesucristo se fue de casa con 30

- ¡Y mira cómo acabó! ¡No llegó a los 34!

En fin... Ya lo voy llevando mejor... Pero el día que se fué, yo creí que me daba algo. El niño allí, recogiendo sus
cositas. Cuatro chorradas, porque... ¿Qué se va a llevar el pobre, si no tiene nada suyo? Pues todo lo nuestro.

Pero fui yo la que se lo dije:
- Anda, tonto, llévate la tele pequeñita... y la minicadena... y el DVD...y ¡la lavadora!

Pero es más bueno! Ahí ya me dijo:
- No, mamá, la lavadora, no... que no tengo ascensor.
Ya me la traes tú cuando vengas a verme.

Mi niño! Menos mal que no tengo tiempo de pensar en él, porque estoy todo el día ocupadísima haciendo croquetas
para mandárselas. Que si no, se pasa la vida llamando a Telepizza. Y cuando estoy liada en la cocina, mi marido
viene por detrás, como un niño chico, a robarme las croquetas. Y yo:

- ¡Deja eso ahora mismo! ¡Que son para el niño!
- ¿Y yo qué ceno?
- ¡Pues yo qué sé, coño! ¡Llama a Telepizza!

Pero luego me da pena, el pobre... que, al final, siempre le digo:
- Andaaa... déjalo... Ya llamo yo: ¿margarita o cuatro quesos?

Bueno, y me he comprado un móvil, que puedo hablar con el niño el tiempo que quiera por cinco euros. Eso sí, sólo
podemos hablar de ocho a diez, como en la cárcel...
Pero, a veces, no aguanto más y lo llamo fuera de horario, a escondidas de mi marido. Que parece que tengo un
amante:

- Cariño, te tengo que dejar, que ha llegado papá

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