domingo, 21 de octubre de 2007

Elvis: Herencias del rock
















México, D.F., 24 de septiembre (apro).- Hace 30 años, el 16 de agosto aproximadamente a la una y media de la tarde, Jo Alden entró a la recámara de Elvis Presley en la mansión Graceland para despertar a su hija Ginger Alden, quien llevaba nueve meses siendo novia del Rey del Rock’n’Roll.--¡Por fin abre los ojos la señora Presley! Me dijo Rickie que estabas sola, seguro te peleaste otra vez con Elvis, dime ... ¿y dónde se durmió ahora tu maridito?--Mamá, no digas tonterías –contestó Ginger de malas--, no es mi marido y tal vez ni me vaya a casar con él en Navidad, no quiero que lo menciones ni de broma...--¡Ja!, pues parece que naciste millonaria y de veras que serías muy burra si no te casas con Elvis Presley, apúrate en decidir porque la oportunidad es de oro, Ginger, dime ya... ¿dónde se durmió tu maridito?--En el baño y ya no le digas así, por favor, ayer terminamos... Si supieras la escenita que me armó con eso de que a fuerzas quiere que vaya hoy con él a su gira en la noche... Se iba a dar una ducha, mejor vamos a ver si está bien, déjame lavarme aquí y vamos a verlo...Tocaron la puerta. Quisieron abrir y estaba cerrada. Gritaron varias veces. Nada. Forzaron la cerradura y vieron lo que vieron. Elvis estaba sin vida. Sus calzoncillos dorados de la pijama los tenía colgando entre los tobillos, de bruces, sobre un charco de vómito en el grueso tapete árabe. Corrieron a buscar a quien las ayudara a levantarlo. Una sirvienta las comunicó con Al Strada, el primero en decir lo que nadie quería:--¡Esto es lo más grave que pudo haber pasado, no respira y ya perdió el color...! ¡Creo que Elvis lleva un buen rato de haber muerto!Pronto llegó el papá de Elvis, Vernon Presley y su hermana, la tía Patsy.--¡Elvis, respira para mí, no te vayas... –vociferaba Vernon--, ¡El, El..., no nos abandones...! Y cuando nadie esperaba verla, sigilosamente hacia la puerta del baño había llegado como salida de la nada, Lisa-Marie, la pequeña hijita de Elvis de nueve años de edad:--¿Le pasó algo a mi papi, por qué lloran, oí que se murió papito...?Cesaron de lloriquear. Hincado, el abuelo hizo una seña de espaldas a las mujeres en la puerta para que no la dejasen pasar:--¡No es nada, Lisa-Marie, Elvis buscaba su libro y ya lo encontró pero se durmió...!--¡No es cierto, ustedes están llorando y yo oí que se murió...! ¡Algo le pasó a papito y quiero saber qué es!Entonces, la mirada de Ginger y Lise Marie chocaron. Fue un breve segundo, pero para Ginger fue como si en ellas sus dos vidas se congelaran para la eternidad, eran los mismos ojos azules de Elvis que ella no vería nunca más. Lisa-Marie quiso entrar por la otra puerta al baño, la tía Patsy la cerró y entonces no paró de berrear: --¡Papito está muerto...!Ginger la apartó y cargándola entre sus brazos, sintió que Lisa-Marie la pateaba y golpeaba, dando alaridos por su papito, cruzaron al portón de columnas corintias de la mansión Graceland custodiadas por dos leones de piedra. Era imposible detener aquella catarata de llanto:--¡Suéltame maldita, tonta, loca, imbécil, déjame ir con papito, animal...!Mientras caminaba con la niña en los jardines rumbo a la capilla de Graceland, Ginger pensó que las cosas hubiesen ocurrido de otra manera si habiese aceptado ser la esposa de Elvis apenas la noche anterior. ¡Tanto que le rogó y siempre se negaba...! Al ver la mirada de Lisa-Marie, supo que siendo la viuda Presley hubiese tenido que acostumbrarse a esa niña y hasta el fin de sus días, enfrentándola cada vez que toparan en el corredor de la entrada al juzgado principal de Memphis, Tennessee, cada vez que fueran a recoger el 40% de su herencia que les correspondería a cada una, pues el otro 20 % le caería a Vernon.--¡Qué estúpida fui! –lamentó Ginger, dejando libre a Lisa-Marie frente a la capilla--, ¡fue una equivocación decirle que no a Elvis...!Nada de lo que hiciera repararían el error de su vida. Había dejado escapar la millonaria fortuna en manos de esa niña que le arañó la espalda como en castigo a su bobera y sin embargo, todavía podría ganar algo.Muy poco, una bicoca quizá; pero escribiría los nueve meses de su relación con Elvis en dos días y la revista National Enquirer le pagaría más de 100 mil dólares por imprimir su historia.Lo primero que debía hacer era las maletas e irse para siempre de Graceland, apoderarse de cuanto recuerdo le sirviera para su relato y ponerse a trabajar. Su relato fue publicado en National Enquirer inmediatamente y Ginger Alden se presentó en las oficinas de la revista.Recibió el cheque de apenas mil dólares.--¿Se están burlando de mí? –preguntó al cajero--, debe existir un error. --No, señorita Alden, es la cifra exacta. Mil dólares y nada más.--Pero... ¡si ustedes quedaron en entregarme 100 mil dólares por la historia...!--Señorita Alden, no hay más para usted. Bueno, si gusta pase a hablar con el contador pero antes, sí hay algo más... Le informo que me ordenaron le entregara la copia del contrato que firmó con nuestra publicación. Usted quedó en no hablar con nadie más acerca de su relación con Elvis y parece que no cumplió este requisito. Pase, si gusta, el contador la espera. Buenos días.En efecto, Ginger Alden había dado una entrevista al Commercial Appeal el 19 de agosto de 1977, violando los términos del compromiso por lo que no recibiría ya más dinero de National Enquirer. A duras penas conseguiría mantener en su posesión la casa que Elvis le había regalado a su madre Jo Alden, quien hace 30 años le dijo:--Ni modo, de nada sirve llorar, Ginger. Nunca es bueno decirle no a un rey


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