martes, 22 de abril de 2008

El tren de la vida

La vida no es más que un viaje por tren:
repleto de embarques y desembarques, salpicado
de accidentes, sorpresas agradables en algunos embarques, y profundas tristezas en otros.
Al nacer, nos subimos al tren y nos encontramos con algunas personas de las que pensamos que siempre estarán con nosotros en este viaje: nuestros padres.
Lamentablemente
la verdad es otra.
Ellos se bajarán en alguna estación dejándonos huérfanos de su cariño, su amistad, sus consejos
y… sobre todo… de su compañía irreemplazable.
No obstante esto no impide que se suban otras personas que serán muy especiales para nosotros.
Llegan nuestros hermanos,los amigos y esos amores maravillosos.
De las personas que toman este tren, habrá también las que lo hagan como un simple paseo
Otros que encontrarán solamente tristeza en el viaje…
Y habrá quienes, circulando por el tren, estarán siempre listos en ayudar a quien lo necesite.
Al bajar… muchos dejarán una añoranza permanente.
Otros, en cambio, pasan tan desapercibidos que ni siquiera repararemos en que se desocupó el asiento.

Es curioso constatar que algunos pasajeros, posiblemente quienes nos son más queridos, se acomodan en vagones distintos al nuestro.
Por lo tanto, se nos obliga hacer el trayecto separados de ellos.
Desde luego, no se nos impide que durante el viaje, recorramos con dificultad nuestro vagón y lleguemos hasta ellos… o ellos hasta nosotros.
Pero, lamentablemente, ya no podremos estar con ellos durante mucho tiempo…
o sentarnos a su lado, pues habrá otra persona ocupando el asiento.
No importa; el viaje se hace de este modo: lleno de desafíos, sueños, fantasías,
esperas y despedidas... pero jamás de regresos.
Entonces, hagamos el viaje de la mejor manera posible ¿No?

Tratemos de relacionarnos bien con todos los pasajeros, buscando en cada uno lo mejor de ellos.
Recordemos siempre que, en algún momento del trayecto, ellos podrán titubear y necesitarán que los entendamos…
… igual que nosotros también titubearemos muchas veces y habrá alguien que nos comprenda.
El gran misterio, al fin, es que no sabremos jamás en qué estación bajaremos, mucho menos dónde bajarán nuestros compañeros, ni siquiera el que está sentado en el asiento de al lado.
Me quedo pensando si cuando baje del tren, sentiré nostalgia... Creo que sí.
Separarme de los amigos que hice en el viaje será doloroso.
Dejar que mis hijos sigan solos, será muy triste.
Pero me aferro a la esperanza de que, en algún momento,
llegaré a la estación principal y tendré la gran emoción
de verlos llegar con un equipaje que no tenían cuando embarcaron.
Lo que me hará feliz, será pensar que colaboré
para que el equipaje creciera y se hiciera valioso.
Amigo mío, hagamos que nuestra estancia en este tren sea tranquila, que haya valido la pena.
Hagamos que cuando llegue el momento
de desembarcar, nuestro asiento vacío deje añoranza
y bonitos recuerdos a los que sigan viajando.

A tí, que eres parte de mi tren, te deseo un...
¡¡¡Feliz viaje!!!

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